El DIC se explicó pacientemente. El motivo de que se indujera a los niños a chillar a la vista de una rosa obedecía a una alta política económica. Hacía solo un siglo que los Gammas, los Deltas y hasta los Epsilones habían sido condicionados para que les gustaran las flores y la naturaleza salvaje en general. El propósito estribaba en inducirles a salir al campo siempre que pudieran con el fin de que utilizaran los transportes.
- ¿Y no los utilizaban? –
preguntó el estudiante.
- Ya lo creo – contestó el DIC.
Las prímulas y los paisajes,
explicó, tienen un grave defecto: son gratuitos. El amor a la naturaleza no da
trabajo a las fábricas. Se decidió abolir el amor a la naturaleza, al menos
entre las castas más bajas, pero no la tendencia a consumir transporte. Porque
era esencial que siguieran deseando ir al campo aunque lo odiaran. El problema
residía en hallar una razón económica más poderosa para que utilizaran los
transportes que la mera afición a las prímulas y los paisajes. Y lo
encontraron.
- Condicionamos a las masas de
modo que odien el campo – concluyó el director -. Pero simultáneamente las
condicionamos para que adoren los deportes campestres. Al mismo tiempo, velamos
para que todos los deportes al aire libre entrañen el uso de artilugios sofisticados.
Así, además de utilizar transportes, consumen artículos manufacturados. De ahí
estas descargas eléctricas.
ALDOUS HUXLEY - Un mundo feliz.